Nuestra historia comienza con los caseríos del Chipitín (vocablo autóctono que quiere decir “hombre del río”), eran tierras ocupadas en el período prehispánico por los pueblos Sanavirones que dejaron sus huellas a través de su patrimonio arqueológico, conviviendo actualmente con el paisaje urbano.
En 1585, a la merced de tierra otorgada al escritor Juan Nieto, también se le asignó el nombre de “Comunidad del Chipitín”.
En el período colonial, las comunidades fueron transformadas en hitos hispánicos a lo largo del Camino Real como postas o paraderos, lugares de descanso para el viajero.
Así surge “La Dormida del Alto”, parada obligada muy cercana a la zona de “aguada”, en ese camino alternativo, desde Totoral y acortando distancias, también llega hasta el Alto Perú: El Camino Real del Bajo. Es así como este lugar de descanso comienza a ser habitado por los primeros hispanos más allá del año 1778, un grupo compuesto por catorce familias.